Una de las canciones más exitosas del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona se llama Asignatura Pendiente. En una narrativa acompañada de una bonita melodía de piano, Ricardo cuenta la historia de alguien que se lamenta por no haber sido una buena pareja, por andar distraído por el éxito, los viajes y cosas materiales. “Por andar ocupado en el cielo, me olvidé que en el suelo se vive mejor”, es la mejor frase para resumir su idea.
Y así, como el personaje de la canción, todos vamos dejando asignaturas pendientes durante nuestra vida. Ese amigo por el que pudimos haber hecho más, ese familiar que no visitamos tan seguido, o ese curso que año tras años fuimos dejando para esos “más adelante” que nunca llegaron. Todos tenemos alguna, ¿o no es cierto?
También a nivel colectivo vamos acumulando estas “deudas”, algunas de ellas por años, y otras, parece que llevan toda la vida. Como esta, de la que quiero hablar en este espacio, con la ilusión de que alguno, o muchos, empecemos a unirnos para hacer algo diferente. Me refiero a la reputación de nuestro país, Guatemala.
Esta es, una asignatura pendiente que todos tenemos. Pareciera que, o no estamos consientes de la importancia que tiene, o que a muchos no les importa. Y la verdad, es una situación muy triste. Fuera de nuestras fronteras, la mayoría de la gente no nos conoce, o nos conoce por cosas negativas. Rescatando a los que sí se animan a venir, y quedan maravillados por todo lo que este país tiene por ofrecer.
Gracias a mi trabajo, he tenido la oportunidad de viajar con frecuencia y conocer a gente de muchos países. Y he de reconocer, aunque no es fácil, que no somos tan nacionalistas como en otros países. Quizá la impotencia de ver que las cosas no cambian o cambian muy poco, va generando una especie de desidia o rebeldía hacia nuestro país. Al punto que terminamos convirtiéndonos en embajadores negativos de Guatemala.
¿Y por dónde empezamos?, porque la reputación es una carrera larga, es un intangible que se va construyendo con el paso del tiempo, poco a poco. Creo que el inicio debe ser una buena campaña de concienciación, necesitamos hacerle ver a la gente que puede hacer algo, lo urgente que es empezar a cambiar esta dinámica, porque no podemos seguir siendo un lugar donde reina la incertidumbre.
Necesitamos que nuestras instituciones sean fuertes, que el sector empresarial local e internacional tenga un clima de certeza para poder invertir. Necesitamos que nuestros sitios turísticos tengan la infraestructura que merecen. Que el Estado tenga presencia y control de todo el territorio y no solo de unas cuantas zonas. También nos urge entender o asimilar, que tenemos una ubicación geográfica envidiable.
No podemos seguir siendo el país de los “tramos carreteros”, del proyectito para la foto y las redes sociales. De verdad es frustrante que, para ir a El Salvador, a la frontera Valle Nuevo – Las Chinamas, solo se necesite un poco más de una hora.
Pero en un recorrido tan corto, usted podrá ver todo tipo de carreteras y materiales de construcción. Tramos de dos carriles y otros de uno solo. Asfalto y cemento. Partes en perfecto estado y otras que dan pena. Sectores bien señalizados, y otros en los que tendrá que imaginarse la línea del medio. Todo eso, en tan solo 127 kilómetros.
Construir la reputación de nuestro país es una tarea de todos. Desde no tirar basura en la calle o en los ríos, hasta legislar estratégicamente para promover la inversión extranjera. Nos urge tener como meta colectiva, construir y gozar de una reputación positiva.
Eso se traducirá en muchas cosas. Como incrementar el turismo para beneficiar a muchísimas comunidades. Que empresas extranjeras quieran y puedan venir a invertir. Que las calificadoras de riesgos nos den mejores puntuaciones. Que haya más fuentes de trabajo digno y estable para detener la tan dañina migración. Que empecemos a tener transferencia tecnológica. En resumen, que empecemos a salir adelante.
No olvidemos que, para un país, una buena reputación es sinónimo de desarrollo, y el primer paso es entender que necesitamos del compromiso de cada uno. Y también de un clima de seguridad, dinamismo, apertura y certeza jurídica.
Para terminar. Muchas gracias a Ricardo Arjona por su labor promoviendo las maravillas que tiene esta tierra mágica de volcanes y quetzales. Aunque a veces no se le ha reconocido como lo merece, estoy seguro de que seguirá siendo nuestro más auténtico embajador.